Todavía me acuerdo del chiste de aquella película con Hugh Grant, “Four Weddings and a Funeral”, donde éste le pregunta a un viejo conocido qué había sido de su novia. “Ya no es mi novia”, dice el hombre sin sospechar lo que se viene. “Ah, qué suerte porque esa mujer era un flor de gato, nunca me cayó bien” – or something to that effect. Acto seguido, con humor bastante inglés, el soon to be viejo ex-amigo le responde: “Ahora es mi mujer”. Trágame tierra siente Hugh, que ni con un rápido aleteo de sus largas pestañas logra zafarse del sincericidio.
Me encantan los neologismos y esta palabra, sincericidio, la escucho últimamente referida a la política argentina. Fulano cometió un sincericidio; lo de mengana fue un sincericidio. Curiosa noción esta de que uno se puede suicidar diciendo la verdad. Implica por supuesto que no queremos escuchar la verdad. Estos son tiempos de aniquilar al mensajero.
Lo interesante del neologismo es que une las nociones de muerte y verdad en una sola palabra. Muchas personas a través de la historia murieron por decir la verdad. Pienso en Galileo, en Sócrates y tantos otros que no se inmortalizaron a través de la fama. Ya sabemos lo que le pasa al hombrecillo que vuelve a la caverna de las sombras de Platón.
Pero lo cierto es que ese dicho “la verdad no duele” es una gran mentira. La verdad duele justamente porque es verdad, sobre todo si uno no quiere ver la realidad. La verdad libera si estás preparado para enfrentarla, si no, duele y molesta. La negación tiene la ventaja de evitar que nos hagamos cargo. Drink and be merry.
(Yo me callo muchas veces por no lastimar a alguien que quiero).
La verdad está muy devaluada. No hablo de Verdades Supremas sino de la verificación empírica y científica de datos que corroboran lo que se manifiesta en el mundo de los fenómenos. Ahora, si veo manchas en el cielo la culpa es del telescopio que está sucio. Si hay tormenta es por la sensación de lluvia. Los organismos oficiales de datos dan cifras de mentira y multan a los que dan otros datos surgidos de la observación de la realidad. Y todos tan contentos. Pero ya sabemos, la culpa es de los medios, qué joder. Sincericidio.