Tuve la suerte de nacer afinada igual que mis hermanos con quienes tuvimos un grupo de rock, way back when. Podíamos cantar a tres voces facilmente como los Biiiiii Shiiiis (es un decir) que se llamaban así por ser Brothers Gibb (Bee Gees). Es uno de los dones que más agradezco en el mundo y que permite que hoy siga cantando en un grupo. Uno de mis recuerdos de la época del colegio es estar en algún acto en el momento de cantar el himno junto a alguien que está cantando en otra parte del pentagrama. O sea desafinaciones que duelen, literalmente. Con mi hermano nos mirábamos como si estuviéramos mordiendo un limón y no podíamos contener la risa. Escuchar a alguien cantar otra nota, muy lejos de la pretendida por Lopez y Planes es una afronta auditiva severa. Convengamos que hay que ser soprano para pegar esos agudos (O juremos con gloria morir, o juremos con gloria morir...). Una desafinación aguda es como escuchar que pasan las uñas por el pizarrón. Brrrrrrrr.
Siempre me pregunté si en el mundo hay más gente afinada o desafinada. Cualquiera que haya ido a algún concierto sabe que la mayoría es afinada. Hace más de un mes estaba viendo las bandas de Rock in Río y cuando canta el público, la masa de espectadores sudorosos, está claro que afinan.
Esto entraría dentro de la teoría de wisdom of crowds. La mayoría no siempre se equivoca. Hay un libro muy interesante llamado “The Wisdom of Crowds” de James Surowiecki donde la hipótesis es que una mayoría no ilustrada es más inteligente que una minoría ilustrada, por lo menos en cuanto se hace un promedio de todo. Esto pasa con cantar en masa.
Una muestra: hear the crowd sing “Love of My Life” con Freddy en Rock in Río en el ’85. Se apuran un poquito en una parte pero que afinan, afinan, che.